Llevaba tiempo queriendo subir al Norte pero por unos motivos o por otros, viajes más cercanos temporalmente a otras zonas, falta de tiempo o de dinero cuando no de ambas cosas al mismo tiempo o simplemente por pereza, al final siempre desestimaba el viaje.
Tenía notas tomadas sobre un curioso pueblo en el Concejo de Piloña, Espinaredo, donde existe la mayor concentración de hórreos de España, más de treinta.
De siempre me ha llamado la atención esta peculiar construcción norteña para almacenar el grano y otras cosechas cuyo origen algunos eruditos remontan al aprovechamiento que las antiguas tribus de la montaña daban a los carromatos de viandas que las legiones romanas usaban para transportar el grano a los campamentos y que, básicamente, consistían en una caja ensamblada de madera con ruedas que, una vez abandonadas por las legiones, fueron aprovechadas poniéndolas sobre pilares.
Existen diferentes tipos de construcción con particularidades que hacen que tengan diferentes nombres aunque, genéricamente, se las denomine a todas por el mismo nombre, hórreo.
Horreo: de planta cuadrangular, aislado del suelo por cuatro pilares (pegoyos) con la entrada orientada al sur o al este, con tejado a cuatro aguas que se une en un punto central y con una escalera para acceder (patín) de piedra separada de la construcción.
Paneras: de planta rectangular , sustentado por seis pegoyos, con tejado a cuatro aguas pero con caballete (está es la principal diferencia más que el número de pegoyos que los aíslan del suelo). Suelen ser más grandes.
Cabazo: también llamado hórreo gallego, de estrecha planta rectángular, construido habitualmente en piedra y que se cubre con un tejado a dos aguas.
Tanto el hórreo como la panera son de madera, lo normal es castaño, y están montados como un mecano, es decir que pueden ser desmontados y trasladados para volver a montarse en otro lugar.
Los eruditos diferencian tres tipos de decoración en los hórreos asturianos cada una con sus particularidades. Dicha clasificación se fundamenta básicamente en el periodo en el que se usó y en menor medida en la localización geográfica de la construcción.
En Espinaredo el estilo que predomina es el más antiguo (inicios del XVI) y se denomina Villaviciosa que solía adornar con pinturas y tallas las vigas de madera y las paredes. Pero en verdad que ví poco de esto y más bien eran construcciones sin adorno ninguno como no sea alguna pintada en tiza que afeaba bastante la sobriedad de la antigua madera. Pero me estoy adelantando.
En el pueblo del que hablé anteriormente, Espinaredo o Espinareu en grafía bable, excepto una casa rural no tiene alojamientos pero está muy cercano a Infiesto, siete kilómetros aproximadamente, donde si que hay suficiente capacidad hostelera y me dio por mirar precios y tomar nota. Ahí se quedó la cosa, en unas notas en el cuaderno y en un par de conversaciones de bar con mi amigo JotaUve que declinó la oferta de acompañarme a un, en ese tiempo, hipotético viaje de dos días.
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El caso es que el Jueves doce de Julio a las once de la mañana tome la decisión de empaquetar cámaras y equipaje, vestirme de romano y salir rumbo al Norte. En principio iba a ser un viaje relámpago, ir, tomar fotografías, dormir y al día siguiente volver pero al final me quedé el viernes entero volviendo el sábado.
Respecto a lo que fue el viaje en sí, prefiero contarlo con imágenes aprovechando los vídeos que realice. Salí de Madrid por la autovía de la Coruña desviándome para pasar por Guadarrama y pasar por el Alto de los Leones de Castilla ahorrándome el peaje del túnel de Adanero, llegué a Tordesillas y desde allí tomé una ruta poco frecuente que te adentra en Asturias por los puertos de la Señal y de Tarna.
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La vuelta tuvo muchísima menos historia ya que por causa de una rueda trasera casi en las lonas, volví por la autopista de montaña atravesando los Túneles del Negrón y no subiendo el Puerto de Pajares que era la idea inicial.
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Me gusto Infiesto y su gente y recordaré siempre el Mesón Piloña donde me alojé, comí y cené esos días por un precio de los de «antes del euro» ajustado a estos tiempos de crisis. Recordaré el pub que hay frente al Mesón donde conversé con los parroquianos hasta las cuatro de la madrugada sobre las rutas y la belleza de su región. Una gente entrañable y cariñosa volcada con el forastero.
Lo mismo reza para Espinaredo respecto a su gente pues, aunque la idea era una vez sacadas fotos partir hacia la Colunga y ver el Cantábrico, una inspección de la rueda trasera me aconsejó que, si quería volver a Madrid montado en moto y sin percances, era mucho mejor no hacer un solo kilómetro que no fuera estrictamente necesario. Así que a las 12:30 de la mañana me senté con una cerveza sin alcohol en la terraza del único bar del pueblo y me dieron las 14:45 de la tarde conversando con los parroquianos sobre sus motos de campo, sobre la pesca del salmón y sobre otros variados e interesantes temas como, por ejemplo, la técnica ancestral que usan en la zona para capar bueyes a la que ellos achacan la gran calidad de la carne que hace que, hasta de las vascongadas decían ellos con admiración, vengan a comprarles los animales. Me quedé con la copla más que nada por si la suerte me deja practicar algún día con políticos.
Estas son algunas de las fotos que saqué:
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